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El color azul ¿El color elegido?

El color azul el color elegido
Collage de Susana Loureda   @collage_errante

 

Es el color que asociamos al cielo, cuando está libre de nubes, y el color que asociamos al mar, aunque su agua es tan transparente como el vidrio. Su presencia es constante, pero curiosamente apenas lo encontramos en la naturaleza. Y evidentemente no es posible estirar el brazo y extraer un poco de azul del cielo o del mar, como es posible extraer el rojo de la arcilla o el verde de las plantas. Así que la humanidad ha tenido que ir muy lejos en la búsqueda de este esquivo color.

La evidencia directa más temprana del color azul la encontramos en el uso del índigo. Este tinte de origen vegetal, que ya era conocido por diversas civilizaciones del pasado, tuvo su primer centro de producción y procesamiento en la India, si bien, el primer registro histórico como pigmento sintético lo encontramos en el antiguo Egipto.  El llamado azul egipcio fue un color muy apreciado por esta civilización, a diferencia de la cultura romana, que apenas lo tuvo en consideración, pues se asociaba con los pueblos bárbaros que lo utilizaban para teñir sus cuerpos. Es más, ni siquiera tenían un término para nombrarlo.

Pero todo cambió en el siglo VIII, durante el reinado de Carlomagno.  Ante la necesidad de lanzar la economía de su vasto imperio, este gobernante ordena  el cultivo masivo del glasto, una planta que crecía en estado silvestre en Europa central.  De esta forma, el color azul pudo extraerse a gran escala, aumentado su popularidad hasta el punto de convertirse en el color corriente de la ropa de trabajo de los campesinos y aprendices medievales.

Paradójicamente, mientras el azul  de los tintoreros era un color barato y ordinario, el azul de los pintores era caro y noble; el azul ultramarino, procedente del  lapislázuli, una piedra semipreciosa importada de Afganistán, ofrecía un color espectacularmente  luminoso. Este tono fue escogido durante mucho tiempo para pintar el manto de la Virgen María, representada como deidad celestial, quedando el azul asociado simbólicamente a lo femenino.

Pero el índigo vuelve otra vez; ahora para quedarse. A finales del siglo XV, el explorador portugués, Vasco de Gama encuentra para Europa occidental una ruta marítima hacia la India. A partir de entonces, gran parte de este tinte, que antes llegaba a través de largas y peligrosas rutas terrestres, empieza a llegar directamente a través de los puertos de Portugal, Inglaterra y Países Bajos. Como consecuencia, el uso del índigo aumenta considerablemente, al mismo tiempo que el negocio del glasto empieza a peligrar. A los gobiernos europeos ya sólo les quedaba rendirse ante la evidencia; el brillante azul índigo, que coloreaba treinta veces más que el glasto, se había convertido en el color de moda. Sólo había un problema; esta planta crecía en muchas partes de todo el mundo ¡menos en Europa! En  consecuencia, las potencias europeas decidieron establecer su cultivo en los climas tropicales de América.

Con la llegada del siglo XVIII, otro azul entra en escena; el azul de Prusia, un pigmento artificial, descubierto por azar, que resultó ser más versátil que el índigo. Llamado así porque pronto se convierte en el color oficial del uniforme del ejército prusiano, su uso militar se extendió rápidamente a otros ejércitos y a las fuerzas policiales. El azul se va haciendo cada vez más popular.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el azul ya simboliza el progreso y la libertad.  En Francia lo aman los defensores de la República, los románticos lo adoran como color de la melancolía y más tarde se convierte en protagonista del arte moderno. Como no podía ser menos, el azul también alcanza a la moda. En 1853 Levi Strauss transformó la lona de las tiendas de campaña de los mineros californianos en petos de trabajo. Habían nacido los primeros jeans.  Aunque dichas prendas fueron inicialmente de color marrón, poco después se empezaron a fabricar en el característico color azul índigo, asociado tradicionalmente a la indumentaria laboral. Esta prenda, por su resistencia y peculiar desgaste, tiene tal éxito que se convierte en un icono del siglo XX. El azul recibe su consagración definitiva. ¡Ya es un color masivo!

Y esto no es todo.  Actualmente, en la mayoría de las naciones occidentales, el azul es el color favorito de la población. Representa la paz y es el color de Europa. Pero ¿Por qué nos gusta tanto?  Tranquilo y seguro, evoca sentimientos de calma y serenidad a la vez que  transmite confianza y estabilidad. No hay ningún sentimiento negativo en el que domine el azul. Si acaso puede relacionarse con la distancia, la soledad y la tristeza, pero nunca es ofensivo, incluso a medida que se va oscureciendo, sigue preservando su condición de solemnidad y gran parte de su elegancia, sin las sombrías connotaciones del color negro. No es extraño que el azul tenga tanta aceptación.

Pureza, fidelidad, fantasía, ilusión… El azul es el color elegido; el color  que nos hace soñar.