La Academia
Calle Río de Monelos, Nº2, bajo 3 15006 A Coruña.
info@academia13razones.com
Telf: 655 727 977
Atrás

¿El primer emperador de la moda? Charles Frederick Worth

Collage de Susana Loureda   @collage_errante

 

Charles Frederick Worth no fue ni político ni militar, pero desde su particular imperio de la moda gobernó los armarios de las mujeres más poderosas de la segunda mitad del siglo XIX.

Inglés de nacimiento, francés de adopción, Charles comenzó su andadura profesional a la edad de doce años como aprendiz en unos almacenes londinenses. Con veintiún años probó suerte en París y doce años después, en 1858 se establece por cuenta propia fundando la Casa Worth. Gracias a su maestría con la aguja, y sus diseños inspirados en los retratos de reinas y aristócratas, no tardaría en hacerse famoso.

Cuenta la leyenda, que Marie Vernet, mujer de Worth, fue a visitar a Madame de Metternich, esposa del embajador de Austria en Paris, para hablarle de su marido y ofrecerle el vestido que quisiera con tal de que lo llevara puesto en sociedad. Ella aceptó gustosa y encargó un vestido de noche en tul plateado que causó la admiración de la mayor “influencer” de la época; la aristócrata española Eugenia de Montijo, esposa del emperador francés Napoleón III.

A partir de este momento, y una vez que la emperatriz pisa el establecimiento de Worth empieza a encargarle trabajos, presumiendo de sus creaciones en todo tipo de eventos. Recepciones íntimas, bailes de la corte, carreras de caballos en Longchamps… se convierten en los desfiles de  moda del siglo XIX y Worth se convierte en el costurero oficial de la corte. Su reputación sube como la espuma, sus creaciones son adquiridas en las tiendas más lujosas de Europa y Nueva York, y entre sus clientas ya figuran la reina Victoria de Inglaterra y Sissi, la famosa emperatriz de Austria.

Y es que Worth, independientemente de su talento creativo, poseía una gran habilidad para los negocios. Frente a los modestos talleres de costura tradicionales, su casa de moda desprendía una agradable atmósfera con luces, tapices, flores, perfumes… Inspirándose en los modelos que usaban pintores y escultores, tuvo la idea de preparar una colección de vestidos que pudieran ser contemplados sobre muñecas de tamaño real, a las que llamó “mannequin”. Y no tardó en ocurrírsele una nueva idea más atrevida: que sus costureras se probaran los vestidos y desfilaran con ellos frente a las clientas. Por primera vez, maniquís de carne y hueso mostraban los vestidos que luego se fabricaban a medida, consiguiendo convencer a toda su clientela para que lo visitaran en su   ”Maison” en el número 7 de la Rue de la Paix.

Además fue el primero en firmar sus diseños al añadir una etiqueta a sus prendas. Solía estamparla en el interior de la cinturilla, a la que  las damas daban la vuelta para dejar ver tan prestigioso nombre en sus vestidos a medida. ¿Por qué los pintores, escritores o compositores podían firmar sus creaciones y los diseñadores de moda no? Se habría preguntado Worth…

Él se consideraba un artista, como muchos de los que por aquel entonces vivían en París. Estaba convencido de que era más que un simple costurero, ¡y no se equivocaba! Imponiendo su propio gusto a sus clientas, Worth se convierte en el primer diseñador moderno, prototipo del creador de moda que hoy pervive unido al actual concepto de lujo.

Figura de vanguardia, con sus audaces ideas y visión única, Worth no sólo reinó durante los años de gloria de la corte parisina, sino que supo redibujar el mundo de la moda tal  y como la conocemos hoy en día, por eso actualmente se le conoce como el “padre de la alta costura”.

emperatriz Sissi

Así  posó la emperatriz Sissi, en 1864 con este maravilloso vestido de tul y estrellas de diamante, firmado por Worth (1825-1895)