Antes de que el fenómeno Erasmus llegase a nuestras vidas, ya en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII, los jóvenes de la alta sociedad británica realizaban un viaje por varias capitales europeas para completar su formación y “cultivar” su espíritu. Los destinos predilectos de este llamado “Grand Tour” eran Italia y Francia, países con un gran florecimiento en materia de estilo y moda masculina.
Si bien el hombre inglés ya era un referente en Europa por su estilo conservador y elegante, con prendas simples de cuidadosa sastrería, el hombre italiano, más vanidoso, manifestaba un gusto por la moda más opulento. Con el derroche como bandera, lo importante era destacarse y robar miradas, lo que se convirtió en el “hobby” preferido de los más adinerados de la sociedad. Por supuesto, tanto en Italia como en Francia, sólo los más acaudalados podían darse el lujo de ir muy “a la moda”.
Así que no es de extrañar que esta juventud inglesa, fascinada por la disoluta vida de las clases altas de estos países del continente, copiaran gustosamente sus modismos y estilismos, a los que añadieron su sello inglés, dando lugar a un peculiar estilo denominado “Macaroni”, término derivado de la expresión “very maccherone” que estos influenciables jovencitos utilizaban durante sus viajes por Italia para denominar a todo aquello que estaba “in”.
Caracterizados por una elegancia exagerada y un estilo extremadamente afeminado, estos “fashionistas” ingleses vestían lujosamente “a la francesa”; llevaban corsé, chalecos de seda, calzones extremadamente ajustados y zapatos de tacón adornados con flores. También era habitual el uso de bastones que terminaban en borlas de oro y plata. Pero lo que más llamaba la atención eran sus inmensas pelucas, que hoy resultarían totalmente inconcebibles; de color gris y casi de un metro de altura, a menudo eran coronadas con un diminuto sombrero. A todo esto hay que añadir los polvos faciales, el labial rojo carmesí y los lunares falsos.
Evidentemente para la fría sociedad inglesa, el aspecto de esta nueva casta de señoritos Macaroni, resultaba una auténtica aberración; su frivolidad exagerada y petulante, con poses amaneradas, lenguaje afectado y su única atención a los perfumes, la ropa y las apuestas, los convirtió rápidamente en objeto de burla y comidilla de tabloides; mientras tanto, ellos se deleitaban…
Pero la moda nunca deja de sorprendernos; ridiculizados hasta la saciedad, estos hombres presumidos y vanidosos, afeminados y extravagantes, que supusieron un escándalo, tanto por su forma de vestir como por su forma de hablar, se convirtieron en los primeros árbitros de estilo, precursores de los venerados dandis ingleses del siglo XIX, quienes, a su vez y en su momento criticaron esta tendencia “afeminada”.
Curiosamente, y poco tiempo después, la imagen de los dandis, basada en inmaculados detalles como reacción a la ostentación de los Macaroni, también sería caricaturizada, a pesar de su origen británico.
Pero esta ya es otra historia…
Macaroni. Ilustraciones del siglo XVIII