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¿Marcando una época? Jaques Doucet y Jeanne Paquin

Marcando una epoca
Collage de Susana Loureda   @collage_errante

 

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX  se producen grandes cambios que darán lugar a una época marcada por el optimismo y la confianza en el futuro: La Belle Époque.

En 1876 llega el teléfono, tres años después la bombilla y en 1887 aparece el primer motor diesel. Con el crecimiento de las ciudades y el aumento de la alfabetización surge la conciencia política, el movimiento obrero y la lucha por la igualdad de derechos. En 1895 los hermanos Lumiére presentan el cinematógrafo, y los grandes almacenes, como las  Galerías Lafayette de París, se erigen como símbolos de consumo. En 1900, mientras el matrimonio Curie trabaja sin descanso en su laboratorio, París celebra su Exposición Universal. Albert Einstein da los últimos toques a su Teoría de la Relatividad, y La interpretación de los Sueños  de Sigmund Freud ve la luz en Viena. La estética modernista desbarata lo cotidiano y diversos movimientos artísticos como el cubismo y el expresionismo rompen con la tradición.

En este ambiente totalmente innovador no podía faltar la moda y con ella dos nombres que marcaron una época intelectual y socialmente insuperable: Jaques Doucet y Jeanne Paquin.

Jacques Doucet, nacido en 1853 parecía estar predestinado a convertirse en diseñador. En 1815 sus abuelos ya tenían una tienda de lencería, y más tarde su padre ampliaría el negocio con ropa de caballero, siendo sus clientes aristócratas y grandes nobles parisinos. Con estos antecedentes, Doucet, desde temprana edad, ya comenzó a mostrar interés por la moda, especialmente por los elegantes vestidos femeninos. Por eso no es de extrañar que con veintiséis años transformara la tienda familiar en un salón para señoras.

Como le encantaba el lujo, Doucet creaba sofisticados trajes que parecían obras de arte y que las mujeres lucían para sentirse admiradas. Inspirado por sus viajes a Oriente le gustaba adornar sus vestidos con encajes, bordados y aplicaciones, sustituyendo los pesados y oscuros terciopelos por delicadas telas de claros y brillantes colores pastel. En concreto, la fama de sus vestidos para tomar el té y sus abrigos forrados de pieles exquisitas, traspasó fronteras. También diseñaba elegantes túnicas, lencería lujosa y prendas de punto para un look más informal. Muchas celebridades de la época, que ejercían una gran influencia en las damas de la alta sociedad, como Sara Bernhardt y La Bella Otero, se encontraban entre sus clientas.

Jacques Doucet destacó, además, por su infalible olfato para descubrir nuevos talentos de la costura y el diseño. El maestro, que ya había presentido algunas de las grandes revoluciones estéticas que estaban por venir, supo dejarlas en manos de jóvenes promesas como Paul Poiret y Madeleine Vionnet, que trabajaron en su taller. Conocido por su amor al arte y la literatura fue coleccionista y también mecenas de grandes artistas. En 1929, Doucet fallece dejando como legado La Biblioteca literaria, que hoy lleva su nombre en la Universidad de París.

Otra figura del momento fue Jeanne Marie Charlotte Beckers. Nacida en la isla de Saint-Denis en 1869, ya de niña empezó a trabajar con una modista local. A los 23 años se casó con Isidore Paquin, banquero y hombre de negocios, gran experto en el mundo de las relaciones sociales y comerciales. Ambos fundaron la parisina y exitosa casa de moda Paquin, que pronto tuvo entre su clientela a la sociedad más selecta del momento.

Jeanne fue una destacada emprendedora. En 1896 abre una sucursal en Londres. Y aunque en 1907, con treinta y ocho años, se queda viuda, gracias al apoyo de su familia y a su gran talento creativo, la empresa continúa su ascendente trayectoria con la apertura de más tiendas en Buenos Aires, Nueva York y Madrid. Paquin se convierte, además, en la  primera diseñadora que organiza giras internacionales para exhibir sus modelos, concibiendo los desfiles como modernos espectáculos con música. Además, supo colaborar con otras destacadas personalidades del diseño y la ilustración; incluso ella misma creó figurines que fueron publicados en numerosas revistas. Parece ser que también diseñó vestuario de teatro cuando ninguna casa de moda lo hacía.

Reconocida como una auténtica artista de la composición, capaz de crear insuperables efectos visuales en sus diseños más sofisticados, Paquin imaginó, igualmente, prendas prácticas y funcionales. En 1906 presentó su estilo imperio, y su abrigo en forma de kimono, un año antes de que Poiret consolidara su fama con estas líneas. Pero en general sólo fue introduciendo cambios de forma paulatina y discreta para no herir la sensibilidad de sus clientas internacionales. No he inventado nada, sólo he suprimido, solía decir acerca de lo que era la esencia de su moda. Ella, que siempre lucía sus creaciones, fue un icono de moda de su época;  una mujer muy admirada por su elegancia y buen gusto.

Durante toda su trayectoria, hasta su retirada en 1920, Jeanne recibió numerosos premios y distinciones. Sucesivos diseñadores trataron de adaptar la marca a los nuevos estilos, pero, finalmente, la casa Paquin tuvo que cerrar en 1956, cuando Dior acaparaba toda la atención.

Jacques Doucet
Jeanne Paquin

Jacques Doucet (1853 -1929) y Jeanne Paquin (1869-1936) con una muestra de sus respectivas creaciones.