Nacida en París, burguesa, 25 años, casada con una pequeña hija. La dama en cuestión se llamaba Jeanne Antoinette Poisson. Conocida como Madame d´Etiolles, en 1745 fue invitada a un baile de máscaras donde llamó poderosamente la atención del rey de Francia. En menos de un mes ya estaba instalada en el palacio de Versalles. Poco después, la separación de su marido se hizo oficial, y para poder ser presentada en sociedad, Luis XV le regaló el título de Marquesa de Pompadour. Así de simple.
La mayoría creyó que se trataría de un capricho pasajero del monarca, y que la joven volvería pronto al lugar que le correspondía. Su comportamiento fue escrutado en busca de pruebas de su vulgaridad, de su falta de clase, de su espíritu interesado… Pero la Corte se equivocaba; Madame d´Etiolles, no era una mujer cualquiera; podían odiar su origen burgués, pero amaban su belleza y estilo personal. Cautivaba a todo el mundo con la elegancia de sus vestidos y joyas, de su peinado y maquillaje. Una paleta de suaves colores azules, violetas y rosas inundaba su vestuario cargado de lazos y volantes. El llamado vestido a la francesa, con el que fue retratada innumerables veces, constituyó un claro ejemplo de su influencia en la moda.
Todas las mujeres querían imitarla, copiaban su estilo mientras ella brillaba en medio de aquel aburrido y refinado ambiente. Y no sólo eso; su talento natural, su capacidad para dominar las situaciones, su inagotable ingenio… todo un conjunto de pequeñas habilidades constituyeron la máxima expresión de la cultura y la sensibilidad de su tiempo, haciendo de ella una verdadera reina durante casi veinte años.
Intervino en política forjando alianzas y matrimonios reales, y sintió gran pasión por la cultura y el arte. Fue mecenas se escritores, pintores y arquitectos; impulsora de la Enciclopedia de Diderot, de las obras pictóricas de Boucher y de monumentos tan emblemáticos como la actual Plaza de la Concordia de París o el Pequeño Trianón de Versalles. Asimismo, hizo erigir una fábrica de porcelana en la localidad de Sévres, donde el color Rosa Pompadour fue creado en su honor. Ella, con notable gusto, imprimió su sello personal en el sofisticado y delicado estilo rococó, que se extendió por todas las cortes de Europa.
Sois la mujer más encantadora de Francia, declaró Luis XV ante todos, al término de una velada teatral. La frase resumía perfectamente el secreto de su éxito; la belleza y el estilo de Madame de Pompadour representaba el anhelo de la sociedad de la Corte anterior a la Revolución: complacer, encantar, interpretar un papel como si se tratara de una exquisita comedia ajena a las inquietudes de la vida real. Pero esta aspiración, pronto se vería truncada con la llegada de tiempos turbulentos que lo cambiarían todo, tiempos que vinieron marcados por la belleza y el estilo de otra mujer: Marie-Josèphe-Rose de Tascher de la Pagerie.
Nacida en la isla Martinica, perteneciente a una familia de la nobleza francesa, 32 años, viuda con dos hijos. Conocida como Josefina de Beauharnais, ostentaba el título nobiliario de vizcondesa, aunque se presentaba como una socialité. Refinada, libertina y seductora, fue en una fiesta en septiembre de 1795 cuando un joven general del ejército francés quedó absolutamente prendado de ella. Tan sólo seis meses después de aquel primer encuentro se unen en matrimonio, y su marido, Napoleón Bonaparte, inicia una fulgurante carrera política que desembocará en una fastuosa coronación celebrada el 2 de diciembre de 1804, en Notre Dame, con la marvelleuse convertida en emperatriz de Francia.
Desde este momento, se impone un excesivo protocolo lleno de pompa y boato: ceremonias, uniformes de gala, terciopelos rojos… descubriéndose Josefina como la perfecta intérprete de esta nueva Corte de inspiración clásica. Vestimenta, joyas, mobiliario… nada se le escapaba. Ella creaba e imponía las nuevas tendencias representativas del naciente estilo imperio.
Sustituyó el sencillo vestido blanco de comienzos del XIX por lujosos vestidos sueltos, ceñidos en el pecho. Fue la primera en utilizar las pashminas y ponerlas de moda, no sólo como prenda sino también como decoración. Le encantaban los sombreros y los tocados, así como las flores de tela con las que adornaba sus ropas y peinados. Fue también una apasionada de las joyas, y como tenía una gran obsesión por rejuvenecer se preocupaba mucho de su arreglo personal; se hacía peinar por un famoso peluquero y sus “esteticistas” le aplicaban polvos blancos y coloretes rosados. Todo el mundo la miraba, no sólo en Francia, sino en las cortes europeas y gracias a ella, París encontró nuevamente su lugar en el mundo de la creación.
Cinco años duró su “reinado”. El distanciamiento provocado por las continuas guerras y la imposibilidad de darle descendencia a Napoleón, desembocó el 14 de diciembre de 1809, en una sorprendente ceremonia de divorcio. Josefina, sumida en una larga depresión, se traslada a vivir a Malmaison, su propiedad más querida. Allí se dedica a cultivar el jardín más maravilloso de la época con miles de especies, originarias de distintas partes del mundo. Gracias a una renta que recibía de su ex marido su vida de lujo pudo continuar hasta su muerte, cuatro años después, cuando el Imperio Napoleónico ya tocaba a su fin.
Madame Pompadour (1721- 1764) y Josefina Bonaparte (1763-1814)
Dos mujeres, dos épocas, dos estilos… Dos iconos cuyas vidas confluyeron en un punto:
El poder del encanto